En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
El día de las madres se festeja en diferentes fechas en todo el mundo, y se ha convertido en una celebración familiar. Pero ¿cuál es el origen de este festejo? y ¿por qué se conmemora a la madre? Esta celebración se inicia en la antigua Grecia en donde se rendía honor a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Con el paso del tiempo las mujeres se reunían para intercambiar opiniones sobre distintos temas de actualidad, expone Wikipedia. Posteriormente, una activista del siglo XIX proclama este día para que haya paz y no guerra. Es muy curioso que todos celebremos este día. Es una fecha en la cual lo que hacemos es compartir, dar regalos, amor, cariño, atenciones, nuestro tiempo a aquella persona que nos trajo a este mundo.
En México, el 10 de mayo es una fecha muy relevante y casi “sagrada”, pues es de gran impacto entre los mexicanos. Muchas personas, incluso, homenajean a la Virgen de Guadalupe en este día. También no dejemos fuera que es un día en donde los comerciantes han resultado muy beneficiados. La primera vez que se celebró esta fecha fue en 1911, y en el año 1922 fue establecida formalmente por el director del Excélsior, Rafael Alducin.
Homenajear a nuestra madre, nos recuerda que de ella venimos, que nos dio la vida y que gracias a esa persona estamos en este mundo. Una mamá nos comprende, vela por nosotros, nos tiene paciencia: su amor es único y particular. Agradecemos todo lo que nos ha dado porque sabemos que el esfuerzo y dedicación de una madre no se compara con nada. Ella tiene un papel muy importante dentro de nuestro mundo físico, emocional y también espiritual.
Si recapacitamos un poco, y pensamos únicamente como seres físicos, ser madre no es fácil; en el embarazo nos sentimos mareadas, cansadas, nuestro cuerpo se siente extraño, comenzamos a perder la figura, y esto no le gusta a nadie; en resumen, es todo un desajuste físico, emocional y mental: nuestro sueño se ve alterado, nuestra relación con el esposo o pareja también se ve afectada y comienzan los problemas. Emocionalmente, tenemos miedo, incertidumbre y “altas y bajas”. Hay días en que estamos enojadas, otras veces contentas, tenemos antojo de alimentos que jamás hubiéramos pensado tener en nuestra vida. Y cuando llega el día del parto, es una experiencia muy emocionante… ¡ja, ja, ja! Algunas entramos a hospitales; otras, no; pero en general, sea como sea no es agradable; es doloroso o cuando menos “ajetreado”.
Posteriormente, con el bebé ya en casa, es estresante y cansado, y lo único que quieres es dormir. Pero ¿qué crees?… hay que dar de comer cada tres horas, si bien te va, y ya no volverás a dormir igual, pues tu tiempo ya es de alguien más.
Si alguna mujer dice que su parto fue maravilloso, esto no es completamente real. Puedes llegar a tener un embarazo sin ninguna molestia y complicación, como fue mi caso, pero definitivamente un parto jamás será algo que nos guste. Conforme pasa el tiempo, por supuesto que puedes cambiar de opinión y decir: “Ha sido lo más maravilloso que he vivido”; pero, mamás, seamos realistas; esta vivencia está cuando menos en el rango de incómodo a espantoso, ya que ciertamente puede doler mucho.
Entonces ¿de dónde viene este deseo de procrear? ¿Cuál es la esencia de ser madre? Este deseo viene del alma, del deseo de DAR. Así como la Luz o el Creador quiere darnos todo, asimismo nosotros como madres queremos darlo todo. Es esta parte de nuestra alma donde no importa si ya no tienes tiempo, ganas, ni energía… sin embargo, hay un “algo” que nos impulsa a ver por alguien más. Ya no solo piensas en ti, piensas en alguien más. En el momento en el que somos madres nos convertimos en la Luz, en el Creador. Se despierta en nosotros este deseo de compartir infinitamente. Como almas, necesitamos dar para poder así, nosotros también conectar con la luz, porque somos sus hijos.
Teniendo hijos tenemos esta gran oportunidad de compartir, pasar límites que jamás creímos, porque entendamos que la naturaleza del Universo es que el padre da y el hijo recibe.
La fase de ser madre es un periodo de fuerza y energía; representa el eje alrededor del cual el aspecto externo o físico se equilibra con la expresión interna del amor y de la protección.
Tenemos un sentimiento de satisfacción, de integridad, y esto se apoya en una profunda base de amor y armonía.
Además, este aspecto de ser madre, lo tenemos todas las mujeres, seamos madres o no. Dentro de nuestra luna o menstruación, en la semana de la ovulación, tenemos una mayor seguridad en nosotras mismas, incrementamos nuestra autoestima. Es éste un periodo muy profundo para la mujer. Tenemos la capacidad de ser más responsables, vemos y cuidamos por los demás; asimismo se nos da de forma natural dar consejos y ofrecer una mayor compasión, como nos comparte Miranda Gray en su libro Luna Roja”.
Recordemos también que la Madre es el punto de contacto entre toda la familia; es ella quien recuerda los cumpleaños, las tradiciones familiares y los aniversarios. Es quien generalmente mantiene unido al grupo familiar.
Una mujer que reprime estas energías de madre —y no me refiero únicamente a la que tiene hijos— corre el riesgo de ignorar los profundos lazos que nacen del hecho de compartir, de cuidar de otras personas, porque sin duda éste es uno de sus roles, por el simple hecho de ser Mujer.
Por último, habré de mencionar que no quiero que está celebración minimice el papel realmente importante que los padres tienen en la interacción con los hijos…, pero ya platicaremos de ello en su momento.
Edición y corrección de estilo: Lydia Flores Acuña
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