En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
No todas las personas tenemos la habilidad de escuchar con empatía; es más, ni siquiera sabemos escuchar. Algunos individuos sabemos oír, pero pocos sabemos realmente escuchar identificándonos mental y afectivamente con el estado de ánimo del otro, es decir, ESCUCHAR CON EMPATÍA. Ciertamente ésta es una herramienta poderosa que podemos usar benéficamente para nuestras relaciones y, además, para poder conectar con nuestra alma.
Cuando rezamos, normalmente pedimos respuestas, pero más allá de eso, lo que estamos buscando es ser escuchados. Todo el mundo necesita ser escuchado y en el escuchar está la esencia de compartir.
Sabemos que la palabra empatía hace alusión a la virtud de ponernos en el lugar del otro, de comprender su visión, de entender su postura… Seguramente has escuchado: “Ponte en los zapatos del otro”. “¿Tú qué harías, si fueras la otra persona?” Esto tiene que ver con el hecho de que evitemos hacer juicios; se sugiere que no juzguemos, pues somos muy dados a enjuiciar al de enfrente. Si tú te colocas en el lugar del otro podrás saber cómo se siente o qué piensa. En muchas ocasiones resulta muy adecuado porque aquí el fin último es el no enjuiciar al ver tu reflejo en la otra persona, lo cual te permite entender su situación. No obstante la palabra que hoy nos ocupa, EMPATÍA, encierra dos variantes: la empatía negativa y la positiva.
¿Qué es esto?, te preguntarás. Mira, algo fundamental dentro del tratamiento de este tema es que la empatía no siempre es manejada de una manera positiva. Existen algunas personas que tiene la característica de ser y/o sentirse víctimas. Ocurre que a menudo estas personas, además, de saber escuchar, debido a su sensibilidad “sienten, perciben” a las personas de su entorno. Dentro de lo miserables que se sienten, atraen a personas desdichadas a su vida, dado que saben escucharlos, pero de una manera que les va a permitir manifestar también sus propios sentimientos de víctima. Ambos, por lo tanto, están inmersos en el mismo dolor, y se dice “que conectaron”. Además juntos juzgan al resto del mundo, sintiéndose en unidad el uno con el otro. Esto es lo que llamamos empatía “negativa” porque se encontró a alguien que entiende lo que siente y piensa igual que él/ella. Sin embargo, los dos vienen desde un punto en donde no están considerando al otro, sólo sienten el mismo dolor desde la posición de víctimas.
Entonces, ¿cómo podemos ayudar o qué necesitamos hacer para ayudar a una persona de forma positiva?
Sólo escucharlo pero, llorar con nuestro interlocutor, no es la respuesta. Si empatizo de forma negativa, sólo conecto mi dolor con el suyo. En algunas ocasiones nos pasa que cuando vemos una película, nos relacionamos con o transportamos las emociones que se están viviendo en la misma, y nos encontramos llorando por algo que no nos está sucediendo, que sólo estamos viendo a través del televisor o en el cine.
Un ejemplo más es el siguiente: es muy común ver a algunas mujeres juntándose para hablar mal del exesposo o esposo; se apoyan, se enojan, lloran y hasta sienten una fraternidad entre ellas. La plática terminará con la frase: “Todos los hombres son iguales”. ¡Eso es claramente empatía negativa!
Se ha dicho ya que habitualmente los seres humanos no escuchamos, solo oímos porque puede que estemos enojados, pensamos que tenemos la razón, que el otro está equivocado, que no tenemos tiempo, que lleva mucho tiempo hablando y ya se tardó… en fin, queremos que ¡acabe de hablar pronto!
Existen algunas frases relacionadas con prestar oídos o en general sobre los oídos, expresiones tales como: “Soy todo oídos”; “a palabras necias, oídos sordos”; “Dios nos dio dos oídos y una sola boca”. Los oídos representan nuestra receptividad y tienen relación directa con el tema de escuchar, de prestar atención y también con el sentido de obedecer. Cuántas veces le decimos a nuestros hijos o nosotros mismos escuchamos de niños, la pregunta: “¿No me has oído?”
Cuando no escuchamos o no queremos oír, “nos hacemos de oídos sordos”, seguramente porque no nos conviene lo que nos están diciendo. Y podemos ver cómo esta actitud nos lleva nuevamente al tema del ego, en cuanto que indica falta de humildad y de obediencia.
Gracias a nuestros oídos podemos escuchar a los demás, recibir información y percibir diferentes sonidos. Por otro lado, sabemos que una falla en los oídos puede alterar el equilibrio de nuestro cuerpo. Asimismo, de forma metafórica, podemos decir que es importante entender que el equilibrio en mi vida se dará en el momento que aprenda a escuchar.
El escuchar es muy poderoso: puede crear milagros, cambiar las cosas, conectarnos con nuestra alma, y es, sobre todo, además es el primer paso para lograr tener empatía positiva.
Pero, ¡cuidado! escuchar no es la única herramienta.
Anteriormente mencionamos que para poder escuchar realmente, primero debemos también aprender a compartir. Cuando logramos desarrollar o poseer estas dos habilidades, entonces podemos establecer una escucha empática positiva. Pero, no olvidemos que NO debemos conectarnos con su dolor; simplemente observemos desde afuera con armonía y sintamos el dolor de su alma por un momento sin engancharnos.
Pasos para escuchar con empatía positiva:
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Escuchar con empatía (como está definida en el primer párrafo).
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Sentir el dolor. Salirme de mi propio Yo.
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Compartir y dar.
Hay dos formas de tender la mano: una es impulsar a la persona para que salga de la zona de confort de víctima, detener su conversación repetida y explicarle que es un buen momento para compartir algo, lo que sea, con alguien que no conozca pero sin olvidar que lo primero que debemos hacer es escuchar a la otra persona de manera activa. No le digas lo que quiere oír, sino lo que necesita escuchar. El consejo que te daría es éste: te sales del panorama o situación, no te involucras, y sólo ahí será posible que esa persona se vuelva parte de ti y la veas dentro de ti. Hasta este punto al haber puesto toda tu atención en la otra persona, se sentirá receptivo y abierto a escucharte. Tu consejo tiene que estar relacionado con la persona, con tu interlocutor.
Recuerda algo más: “Es más importante el saber escuchar, que la respuesta que le puedas dar”.
La otra manera de ayudar es meditando y rezando por él/ella, para que venga la Luz a su vida.
Se dice que las lágrimas verdaderas limpian el corazón, lo liberan, pueden abrir todas las puertas del cielo, pueden soltar los nudos más grandes, derribar muros altos… y liberar el alma.
Esto se convierte en un acto de humildad, en donde dentro de tu conexión hacia esa persona se manifiesta también tu sufrimiento, incluso cuando el sentirlo puede ser muy doloroso.
Al sentir verdaderamente la desolación de alguien más, éste debe desaparecer en ambos. En el acto de compartir y dar debemos tomar acción, no únicamente sentirlo. No mereces esa aflicción pero estas completamente dispuesto/a a sentirlo por un instante; estás preparado/a para actuar por la otra persona. Entonces el Universo conspira para que desaparezca en los dos, porque sólo le pertenecía a una persona; tú meramente hiciste el compromiso y actuaste en beneficio del otro.
Resumiendo, escucho a la otra persona con empatía. Siento su pena, pero me aseguro de salir de esa emoción o sentimiento. Ahora me pregunto: “¿Cómo puedo ayudarla?” Aun cuando no la vuelva a ver, hago rezos o meditaciones por él/ella y sigo con acciones de compartir. Pero, el continuar con conversaciones quejosas o repetidas puede llegar a drenar a ambas personas.
Recuerden que las palabras son poderosas y sólo podrían continuar alimentando su posición de víctima.
En este punto me gustaría que te preguntaras lo siguiente: ¿escuchas realmente a tu pareja?, ¿estás escuchando realmente a tus hijos? o ¿prefieres no sentir y no oír nada?
No olvidemos que la calidad de nuestra comunicación en cada una de las relaciones que tenemos es la clave para erradicar problemas y crear milagros en nuestra vida; además nuestros seres queridos se sentirán escuchados de forma sincera y verdadera.
Edición y corrección de estilo: Lydia Flores Acuña
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