En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
Cuando somos padres, queremos darle todo a nuestros hijos, aquel regalo perfecto: una bicicleta, un Xbox, la muñeca que tanto quieren, etc. cualquier cosa que lo haga inmensamente feliz. Pero, ¿de verdad crees que algo material es lo que lo va hacer realmente feliz? Alguna vez te has llegado a preguntar lo que realmente quiere tu hijo. Un hijo desea amor, comprensión, que lo aceptes como es, que lo escuches, que no lo pongas en contra de nadie y menos de su padre o su madre.
¿Qué tal si el mejor regalo para tu hijo/a fuera una relación verdadera, basada en el amor, en la comprensión, en la confianza; y que además esa conexión durara por siempre. Porque si no se da este tipo de interacción, conforme la vida va pasando ellos pueden ir creciendo con odio y resentimiento hacia sus padres o incluso hacia sí mismos.
Para poder lograr con éxito una relación con nuestros hijos nos debemos preguntar ¿cómo nos comportamos con ellos?, ¿qué tipo de relación tenemos actualmente?
Quizá todo el tiempo no estamos enfocando meramente en su comportamiento, en lo que hacen bien y mal. Nos preocupamos más por lo que la sociedad vea o diga de nosotros como padres. Solemos decir “aquí no pasa nada, yo soy una madre o un padre amoroso y daría lo que fuera por mis hijos”. ¿En serio? No nos damos cuenta del daño que les hacemos con nuestras actitudes. Lo más importante dentro de la relación con ellos es cómo lo hacemos y como interactuamos con nuestros hijos, en el día a día.
Si todo el tiempo estás con regaños, amenazas, gritos, sombrerazos, chanclazos…, de verdad ¿esperas o crees tener una buena relación con ellos? ¿Crees que comprando regalos vas a darles el amor que necesitan? ¡Las cosas físicas no compran amor! Estoy segura de que el mayor deseo de todos los padres es tener un vínculo genuino con sus hijos, y que además eso es lo que ellos también quieren.
Castigar y amenazar para que ellos cooperen o hagan lo que tú quieres es sólo querer tener el control, eso no es la mejor respuesta. Tampoco lo es ser un padre permisivo o ser “amigo de mis hijos”: tal tipo de interacción es ficticia, no existe. Si tú crees que puedes ser amigo de tus hijos, ten por seguro que eso terminará con falta de respeto hacia ti, y el resultado final será que tus hijos no se sientan seguros en su vida.
Los padres generalmente tenemos dos actitudes: somos permisivos, pero también somos coercitivos. Y muchas veces no queremos que ellos vivan lo que nosotros vivimos de chicos; pero, además, llegamos a estar en conflicto en si hicimos bien o no, en determinadas situaciones.
Existen tres maneras de relacionarnos con nuestros hijos:
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Conexión, en donde se sienten amados y escuchados.
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Desconexión, en donde se sientan lastimados y no escuchados.
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Reconexión, en donde reconocemos que hicimos algo equivocado y lo reparamos.
Como padres debemos estar conscientes de lo que hacemos, y siempre observar qué les decimos y cómo actuamos para ubicar cómo es nuestra relación con ellos, y en qué está basada. Para comenzar a ver con claridad como es mi relación con los niños debo hacerme las siguientes preguntas:
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¿Es así como voy a conectar con mis hijos o realmente me estoy desconectando?
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¿Esto traerá mayor Luz a nuestra relación?
También debemos entender el rol que cada uno desempeña. Los únicos dos componentes en este tipo de relación son los siguientes: un progenitor y un hijo/a. El primero “da” al hijo compasión, amor incondicional, no emite juicios, le da estructura, lo apoya, no espera nada a cambio. En cambio el hijo es el que “recibe” por naturaleza. Todo esto está dentro de una Ley Universal: como padres damos y los hijos reciben.
Todo lo que nuestros hijos hagan, no debemos tomarlo personal y decir: “No me respeta”, “no me valora”, “no me escucha”… Con conocimiento y consciencia debemos entender que como padres estamos aquí para dar y que es parte de nuestra naturaleza el ser padres y que nuestros hijos no están en contra de nosotros.
El ego del cual hemos hablado mucho anteriormente, nos incitará a olvidarnos de nuestro papel de padres, nos confundirá creyendo que debemos recibir y no dar. Nos dirá que es mejor ser amigo de tu hijo que ser padre.
Te convencerá que si pones límites serás un mal padre y que todas las relaciones padre-hijo son desastrosas. El ego siempre incitará a una relación desequilibrada, dice Yehuda Berg.
Como padres la prueba no es fácil, pero en nuestra naturaleza y madurez estará el atraer el equilibrio en las relaciones. Cuando somos padres, la Luz se revela en su máximo potencial; asimismo ayuda a erradicar tu ego.
Una de las mayores herramientas para relacionarnos con nuestros hijos es escucharlos, aceptar sus sentimientos sin minimizarlos y, dentro de lo posible, siempre apoyándolos.
Ahora bien, te invito a pensar con tranquilidad de espíritu que un niño que se porta mal es porque algo no está bien. Te invito, pues, a que pongas una mayor atención a tu relación con tus vástagos y utilices las herramientas que te he compartido aquí. Te aseguro que comenzarás a ver cambios en tus hijos/as mucho más rápido de lo que tú crees y, además, serás un padre o madre excelente, sin tener que subsanar la mala relación comprándoles cosas materiales.
Edición y corrección de estilo: Lydia Flores Acuña
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