En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
Como seres humanos estamos muy acostumbrados a ser individualistas, solo pensamos en nosotros mismos, en nuestro bienestar, nuestra salud, nuestro dinero, nuestros hijos y marido, nuestra casa, básicamente en lo que tenemos y lo que no tenemos. Con todo esto lo único que estamos haciendo es vivir ensimismados, en absoluta individualidad y soledad, dentro de una zona de confort, que lo único que fomenta es la fragmentación y división de todo lo que en un inicio y por naturaleza se considera “unidad”.
Parecemos olvidar, además, que no vivimos solos en una isla desierta, sino que formamos parte de una en familia y de comunidades que pertenecen a una nación, a un continente, a un planeta y a su vez en un Universo.
El estado natural de todo en este Universo es el principio de la unidad; por lo tanto, la unidad abarca todo lo que existe. Podemos observarla en las flores, en las plantas, en los animales… y en nuestro cuerpo físico: todo trabajando en una integración perfecta. Todas nuestras células trabajan en una estrecha relación y de manera complementaria; todos los sistemas fisiológicos también y no pueden trabajar individualmente. Nuestro cuerpo es más inteligente de lo que nosotros creemos… ¡es mágico! El cuerpo físico a su vez trabaja junto con el sistema emocional y espiritual. Por lo tanto, no podemos pensar que, cuando nos enfermamos, las emociones no están implicadas o que el nivel de nuestra conexión con la Luz no tiene nada que ver.
Cuando nuestra conexión con la Luz es alta, no hay lugar para la enfermedad o para las emociones de baja vibración. Pero cuando nos enojamos, sentimos envidia, celos y todas las emociones provenientes del ego, hay una consecuencia en nuestro cuerpo y en nuestro entorno, la cual fragmenta la energía vital, nos desalinea y desactiva la fusión natural entre cuerpo, mente y espíritu.
Los mismos animales nos enseñan cómo trabajan en grupo, en unidad para evadir o afrontar un peligro; pero hay una gran diferencia con nosotros: ellos no tienen ego, no razonan, lo hacen instintivamente, como un impulso de supervivencia.
Lo más curioso es que cuando estamos en una situación de peligro, se activa esta fuerza de unidad —pero desde una conducta instintiva. Nos ayudamos sin vernos el color de piel, estrato social o preferencia sexual. En circunstancias así estamos actuando sin ego. Recordemos, pues, que sí se puede hacer, y que todos los seres humanos compartimos la misma base genética; es más, las diferencias que existen entre nosotros están determinadas por el comportamiento de ciertos genes.
Entonces, ¿qué podemos hacer para activar este poder, constantemente y en conciencia? Debemos estar conscientes de las otras dos partes del cerebro —el límbico y el neocórtex— en donde ya estamos incluyendo la mente emocional, intuitiva, racional y planificadora. ¿Si ya sabemos esto, por qué no lo hacemos?
Si dejáramos de pensar solo en nosotros mismos y comenzáramos a pensar en el bienestar de los demás, empezaríamos a modificar la semilla que sembramos como raza humana hace mucho tiempo, la semilla de la limitación.
Vivimos en una época en donde las separaciones y los divorcios están a la orden del día, y seguirá siendo así, si no aprendemos que dos personas deben funcionar como una entidad unida. El amor no es lo que recibes, sino lo que das. La unidad entre almas se hace mucho más profunda cuando hay un crecimiento espiritual constante, y entonces las almas se fusionan. Se dice que todos venimos de una misma alma y que esta se fragmentó en miles de almas.
Tenemos una misión importante, volver a la conciencia de unidad, a la conciencia de que todos somos uno.
Me voy a permitir ejemplificar lo que aquí planteo refiriéndome a una situación personal: Si mi marido llega cansado de trabajar, tuvo un día largo, visitó clientes, estuvo de viaje… procuro hacerle de cenar, atenderlo, que esté tranquilo; y solo lo hago porque pienso en él, porque sé que su trabajo también cansa; estoy pensando en su bienestar y además sé que le gusta. En otras ocasiones sucede que la que está cansada soy yo; entonces él se da cuenta y hace todo para que yo me sienta tranquila: me hace de cenar, me apapacha, me ayuda lavando trastes…
Todos podemos comenzar a pensar en el de al lado, en lugar de pensar solo en lo que a mí me hace falta, no tengo o no me dan. Si quieres algo, primero debes saber darlo, y así el universo entero conspirará para dártelo. Cuando todo en la vida, fluye de manera perfecta, significa que has activado el poder de la unidad y has comprendido esta conciencia.
En relación con todo esto, les comento que el 24 de octubre es el aniversario de la organización mundial de las Naciones Unidas, la cual fue fundada en 1945. Su principal función, como Uds. saben, es mantener la paz y seguridad, fomentar relaciones de amistad entre naciones y promover el progreso social, entre otras. Nuestra responsabilidad como ciudadanos del mundo es promover esa unidad, paz, seguridad, bienestar en nosotros mismos, en nuestra casa, comunidad, país y en el mundo entero.
Hablando de eventos internacionales, algunas personas creen que lo que sucedió en París, el atentado en Niza o el huracán Matthew no nos afecta porque estamos en México, pero si partimos de la premisa, del principio de unidad, por supuesto que nos debería interesar. Muchos de ustedes han escuchado del famoso “efecto mariposa”, en donde se dice que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo. ¿No deberíamos reconsiderar nuestra percepción de los eventos en otros países? No tenemos ya en nuestro territorio, por ejemplo, muchos emigrantes de Haití y de África?
Sin embargo, el ego nos hace pensar que la unidad individual es lo más importante y es lo único que existe, pero María Zambrano, nos recuerda: “El que obtiene la unidad, lo obtiene todo”.
EDICIÓN Y CORRECCIÓN DE ESTILO: LYDIA FLORES ACUÑA
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