En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
En muchas religiones se dice que fuimos creados a imagen y semejanza del Creador, que la Luz está en cada uno de nosotros. Uno de los principios de la Kabbalah dice que en el sistema inmunológico se encuentra la base y el secreto de la creación de la vida.
El sistema inmunológico protege al organismo de agentes externos, tiene esta gran capacidad de repeler y contrarrestar cualquier enfermedad. Está compuesto de muchos componentes que ayudan a su funcionamiento y tiene mecanismos de defensa. Este sistema es tan eficaz que crea una memoria inmunitaria la cual llega, con el tiempo, a reconocer patógenos específicos de manera eficaz. (Ver Wikipedia)
Este proceso físico reacciona a todos nuestros pensamientos y emociones, tanto positivas como negativas. Cuando tenemos pensamientos positivos, ¿qué hace el sistema inmunológico?, se fortalece; sin embargo, cuando tenemos pensamientos negativos, se debilita, y es cuando el padecimiento se manifiesta.
El secreto del sistema inmunológico es que actúa en la conciencia de unidad y armonía, nos dice la Kabbalah. Nuestro cuerpo es una máquina perfecta que actúa automáticamente; podemos decir que es un sistema autosustentable. No tenemos que decirle qué tiene que hacer y cómo debe comportarse, y lo más maravilloso es que nuestros órganos y todas sus funciones actúan en armonía.
Cuando por ejemplo, nos rompemos un hueso o nos cortamos un dedo, nuestro cuerpo comienza el proceso de regeneración. Todo el cuerpo, en unidad, envía señales activándose así todas las funciones y células necesarias para unir nuevamente un hueso o cerrar una herida.
Dentro de cada uno de nosotros hay un ¡sanador! ¿Por qué digo esto?, porque dentro de cada uno existe la energía de sanación, como lo expliqué anteriormente con lo del hueso roto. Para entender cómo es que somos sanadores, debemos comprender que sanar emana de o tiene origen en nuestra conexión con la Luz. Inclusive aun recurriendo a un doctor, siendo éste un canal del mundo físico para nuestra salud, en algunas ocasiones también es importante atendernos y revisarnos con él. Mi intención nunca va a ser desacreditar a la ciencia y todo lo que nos ha aportado, pero el solo recurrir al doctor sin hacernos responsables de nuestra conexión con la Luz como seres espirituales que somos, no es la única manera de trabajar en lo que nos sucede.
En inglés la palabra enfermedad se dice disease, dis— implica falta o carencia, mientras que ese significa paz y armonía; es decir, la palabra disease nos está indicando “falta (o carencia) de paz y armonía” En español la palabra “enfermedad” proviene del latín infirmus, lo cual significa “falta de firmeza”. “Firmeza”, a su vez, se define como estabilidad o solidez. Por lo tanto, la palabra enfermedad nos está diciendo que estamos desequilibrados, sin fuerza, sin paz y armonía en nuestro cuerpo tanto física, mental, emocional y espiritualmente.
No podemos dejar de hablar del rol que desempeña el ego en esta circunstancia, porque todas las reacciones negativas están ligadas al mismo. Este gran enemigo del ser humano crea separación, fragmentación y división; genera una desunión y un espacio, dando lugar a la enfermedad y, en consecuencia, las células negativas comienzan a multiplicarse, sin control.
Nadie se enferma de manera consciente; pero recordemos que el ego nos coloca en esa situación de desbalance físico, porque lo que él desea es apartarnos de la Luz, de nuestra conexión.
El no saber cómo lidiar con nuestras emociones afecta nuestra vida. Por ejemplo, cuando alguien nos hace algo que no nos gusta o nos decepciona, cuando sufrimos una pérdida o sentimos tristeza o cuando guardamos resentimientos… todo esto que nos hace reaccionar son emociones NO trabajadas, las cuales guardamos —y muchas veces por años— que sin duda afectan nuestra salud. Y pensamos, claro, que la otra persona o “x” situación es la causa de todo mi caos.
Cada persona en nuestra vida es un mensajero, no un enemigo; el único enemigo que tengo es mi reacción negativa. Me gustaría que nos preguntáramos: ¿cuál es el propósito de que esto esté pasando en mi vida? ¿Qué tengo que cambiar o aprender? Si no trabajamos con nuestras emociones o reacciones negativas, jamás voy a eliminar mi enfermedad, dolencia o padecimiento.
Personalmente, durante toda esta vida, desde mi niñez, me ha sido muy difícil poner límites a los demás. ¿Esto se ha manifestado físicamente en mí? ¡Sí! y no quieren saber de qué manera… no es importante. Otro aspecto en el que también hay que poner límites es en el hecho de poder expresarse libremente sin ser juzgada, humillada, desvalorizada. Les comparto que tuve un padre con un carácter muy fuerte; era una persona que con solo mirarte té “hacia pomada”, y no solo a mí, sino a mucha gente. Fue muy duro, pero por supuesto que jamás le puse un límite; nunca le pude expresar lo que realmente sentía y pensaba —por Dios, era mi “padre”; yo no tenía voz ni voto… así me enseñó él—. Pero en esta vida, el poner límites es uno de mis aprendizajes, y no lo descubrí, sino hasta hace poco. En la actualidad esto va de la mano de mi actitud ante la vida; ahora siempre trato de trabajar no solo para curar, sino también para sanar desde la raíz cualquier situación en mi propia vida.
Me permitiré continuar con mi testimonio para ejemplificar lo que aquí intento transmitirles: hace poco hice un viaje largo; eran vacaciones y aún no había logrado poner límites como debía hacerlo, y mi cuerpo comenzó a reaccionar: el mecanismo de defensa de mi sistema inmunológico se activó. Tenía una idea de por qué se podía haber manifestado en mí está situación. Había revisado en mis apuntes el significado del padecimiento, así que me puse a trabajar. Pasaron los días, las caminatas largas y cansadas, y tuve que acudir a una farmacia.
Con mi trabajo emocional y la pomada, pensé había hecho lo suficiente, ¡pero no!, parecía un castigo para mí. Seguía siendo una prueba no superada; esto quería decir que no había encontrado la raíz del asunto. Investigué en mi mente para sacar a luz cosas que estaban ocultas, escarbé en mis recuerdos de infancia, pero no lograba nada. De regreso a casa, después de una semana de caminar 17,900 pasos diarios por varias ciudades, trenes, autobuses, etc., seguía aún con el mismo padecimiento. En el avión comencé a leer un libro del Rav Berg, llamado Inmortalidad, y encontré lo siguiente: “…Satán infunde en la conciencia humana el principio de incertidumbre”, “Satán solo puede poner un pie en nuestra puerta si nosotros estamos abiertos a la negatividad”. El mismo Satán de antaño, pero que nosotros podemos reconocer como el ego, ¿no?
Seguí buscando en mi cabeza y en mis recuerdos, mucho más profundamente. De repente pensé: ¿Qué principio de incertidumbre quiere implantar mi ego? Reconocí, gracias a mi esposo, que soy una persona que le gustan los límites, me gusta mi espacio, y él me dijo: “Los que te conocemos lo sabemos bien, tienes momentos y límites que nadie, nadie puede pasar”… ¡Wow! Quedé impactada con este comentario, porque efectivamente es muy cierto. Entonces todo se volvía aún más intrigante… por un lado, yo sí sabía poner límites, pero ¿por qué algunos otros me cuestan más trabajo?
Para ya no aburrirlos tanto con mi aprendizaje, descubrí que el poner límites ES sano. A mucha gente seguramente no le va a gustar completamente esta aseveración, pues además no es realmente parte de nuestra cultura. Pero ya en otra tónica —colateral a poner límites— es que lo más importante es aceptarnos como somos, reconocer que somos humanos, que venimos a aprender, que los demás son solo mensajeros y que nadie tiene la culpa, sino que su aparición en nuestra vida es parte del proceso de la vida. Y ciertamente es tranquilizante que el Creador nos acepta tal y como somos porque somos sus hij@s, él no tiene ego ni prejuicios como nosotros. El quiere que seamos como Él.
Para concluir, cuando no queremos aprender o aceptar algo, debemos reconocer que el aprendizaje se seguirá presentando y aparecerá nuevamente en el momento en el que necesitemos YA aprenderlo. Si no vemos que el momento es indicado, entonces cada vez será más duro y la vida seguirá poniéndonos a las personas o situaciones que nos ayudarán a APRENDERLO. Así pues, recordemos que eventos y personas difíciles son únicamente mensajeros y que hay algo que tenemos que aprender.
Lo único importante es tener consciencia y certeza de tú o nuestra conexión con la Luz.
Ciertamente, nuestra conexión con ésta es básica porque es el “canal”, por llamarlo de alguna manera, que sostiene y por medio del cual se manifiesta el sistema inmunológico. La llave secreta para la salud es nuestra conexión de unidad y conciencia con la Luz, que todo ser humano tiene la capacidad de desarrollar. Así pues, ¿qué esperas?
Edición y corrección de estilo: Lydia Flores Acuña
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