En un mundo lleno de estrés, responsabilidades y constantes desafíos, es común sentir que...
Cuando pensamos en una estrella, nos imaginamos la bóveda celeste que nos alumbra todas las noches. Automáticamente, volteamos la mirada hacia arriba y conectamos con la inmensidad del cosmos, sintiéndonos muy pequeños y vulnerables.
Dentro la historia podemos encontrar muchas creencias y usos que se le han dado a este símbolo universal. Podemos encontrar estrellas en los dibujos rupestres que dejaron nuestros ancestros y reconocer cómo comenzaron el estudio astrológico. Los astrólogos hacen una lectura de las estrellas de acuerdo al día y hora de nuestro nacimiento para indicarnos algunos aspectos importantes de nuestra vida y así poder tener una guía sobre nuestro camino.
Desde hace mucho tiempo se cree que las estrellas son guías espirituales; de hecho se creía que eran dioses. Y ciertamente la religión ha usado y usa esta imagen de muchas maneras; un ejemplo muy particular es la Estrella de David, símbolo particular de los judíos.
Los navegantes utilizaban de orientación las estrellas para navegar en el mar. Existen historias con respecto a ciertas estrellas, como lo es la de Belén. Dentro del misticismo son ventanas a otros mundos, a otras dimensiones. Desde donde nosotros observamos el cielo, vemos con nuestros propios ojos estrellas que magnifican y embellecen el firmamento. Podemos verlas solitarias en el cosmos, pero forman un todo, forman constelaciones, y nosotros somos parte de ese todo.
Las estrellas, como sabemos, siempre han jugado un rol muy importante dentro de la historia de la humanidad. Como seres humanos, las creencias que hemos puesto sobre estas esferas brillantes va más allá de nuestro mundo físico porque podemos cerrar los ojos y pedir un deseo, hacer rituales de magia jalando la energía de “eso” brillante que vemos allá arriba, pues creemos que tienen consciencia. Asimismo las estrellas se han considerado como representación gráfica de sabiduría y conocimiento. Nuestra fe hace también que tengamos una comunicación y/o una conexión con esta parte espiritual, que no podemos tocar, que solo sentimos.
Hemos colocado la felicidad, la grandeza, la Luz, la verdad, la fecundidad, el nacimiento del Niño Jesús y más en este ser estelar. Esa necesidad del ser humano de creer en algo está encarnada en este gran símbolo. En la escuela, sin ir más lejos, nos ponían estrellitas si lo hacíamos bien, si nos portábamos bien. Significaba que por ese día Tú habías brillado.
Pero a lo que yo quiero llegar con todo esto es que las estrellas forman parte de un macrocosmos y de un microcosmos, del cual nosotros formamos parte. Y dentro de este microcosmos está nuestro cuerpo, nuestra esencia, nuestra alma. Por lo tanto, si nosotros comprendemos y entendemos el significado de las estrellas, y el cómo lo vieron nuestros ancestros, podemos conectar con esa estrella en nuestro interior, en muchas ocasiones llamada “chispa divina”. En nuestro interior está, y es parte de nosotros, pero no conectamos con ella, porque vivimos en un mundo lineal, en un mundo material, en donde Yo soy distinto a ti, y Tú eres distinto a mí. Pero dentro de cada uno de nosotros hay una chispa de Luz Divina con la misma energía que la estrella que ves en el firmamento. Las estrellas nos recuerdan lo grande que somos y lo magnífico que siempre hemos sido y, además, que todos cada uno de nosotros somos solo una parte pequeña de ese macrocosmos que nos rodea. El día de hoy te regalo una estrella, recordándote que Tú eres una estrella que solo debes pulir de vez en cuando y recordar la inmensidad que hay dentro de ti. Cuando la lustres quítale todo para que cada día brille más, y así “tu buena estrella” perdure por siempre.
Edición y corrección de estilo: Lydia Flores Acuña
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